¿Debe preocuparnos la desaparición de las abejas?
La respuesta es sí, y no solo porque sea un factor desestabilizador a nivel ecológico, sino porque también tiene su incidencia en la economía. La situación es mucho más grave que quedarse sin miel: la mayoría de los alimentos que consumimos, o muchas plantas que ofrecen servicios esenciales en los ecosistemas, no serían posibles sin la polinización de estos insectos. Insecticidas, productos químicos nocivos, hongos, parásitos, contaminación del aire o cambio climático son algunos de los factores que están acelerando este proceso, tal y como señalan desde Consumer.
Aunque es un hecho que viene ocurriendo desde hace medio siglo, fue en 2011 cuando, gracias a un amplio estudio (pdf) del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se destacó el hecho de que la población de abejas de la miel estaba sufriendo un descenso dramático en los últimos años. En Europa, los países más afectados son Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Holanda, España y Reino Unido. En Estados Unidos, la pérdida de colonias de abejas les ha dejado desde 2004 con la menor capacidad polinizadora de los últimos 50 años.